Gracias a la artista sevillana María Durán, el sonido y el oído han pasado a formar parte también de la cocina. Y es que es en la cocina, en ese laboratorio cotidiano en el que se utilizan batidoras ruidosas o tostadores parlantes, donde cobra vida esta cuisine concrète en la que los sonidos producidos por la elaboración de distintos platos propician una insólita sinfonía que mezcla ruidos y sabores, perspectiva histórica y humor. Como ella explica, "el número de composiciones sonoras posibles es igual al número de recetas conocidas, y dentro de éstas las variaciones son infinitas, en función de la proporción entre los distintos ingredientes".
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